viernes, 5 de noviembre de 2010

SOBRE EL RECONOCIMIENTO

Reconocer es exaltar a los demás a partir de una merecida valoración de sus aciertos, de sus actitudes, de sus logros, del efectivo cumplimiento de sus deberes y de tantas otras acciones y comportamientos trascendentales que regularmente marcan la pauta o hacen la diferencia.
Vivir este valor de reconocerle a los demás no es fácil. Exige de nosotros flexibilidad, aceptación, voluntad y humildad para manifestar a los otros nuestra admiración y respeto, en lugar de juzgar, censurar o atropellar, conductas éstas que se han vuelto comunes, extremadamente cotidianas. Por ejemplo, para muchos es más fácil quejarse y criticar lo que les disgusta de una persona, que resaltar lo agradable, lo dignificante que encuentran en ella.
En otras palabras, el reconocimiento es un valor que se construye socialmente y que alimenta las relaciones que entablamos con los demás. El reconocimiento es también un acto que abona el terreno del amor propio (autoestima) de quien lo recibe: Una manifestación de gratitud, un saludo, un espacio para comunicarnos, un abrazo, una crítica constructiva, un elogio, nos hacen sentir que existimos y que somos personas valiosas y significativas para los demás.
En la medida en que nos aceptemos a nosotros mismos será más fácil ir al encuentro del otro, será más viable respetar y valorar la manera de actuar, de pensar y de sentir de quienes me rodean: Mis compañeros de trabajo, mis amigos, mis hijos, mis clientes, mi pareja, todos los semejantes... y construir con ellos relaciones basadas en la tolerancia, el respeto y el afecto, sin desconocer que el desacuerdo y el conflicto son situaciones posibles e igualmente enriquecedoras si procedemos a resolverlas a partir de la concertación. Se ha detenido a pensar sobre tantas veces en las que se abstuvo de decir a los demás cuánto significaban para usted, y en muchas otras ocasiones quizás en las cuales por temor, por pena se ha cohibido de expresar frases que de seguro sintió de corazón como : Qué bien te ves esta mañana, cómo has cambiado, gracias por tu dulzura, me encanta estar a tu lado, estoy feliz de verte de nuevo, cómo quisiera que estuvieras aquí. Posiblemente algún día evitaste decir: Me fascina cómo eres de sincero, o simplemente el gusto que tienes al escoger tan bella camisa, lo certero de tu decisión, lo cariñoso que eres, qué linda sonrisa, cuánto te amo hijo, gracias mamá por tus caricias... Es hora de reconsiderar la actitud frente a los demás y reconocer los grandes valores que nuestros seres queridos poseen, ya que somos nosotros mismos los más beneficiados, al compartir ellos su vida a nuestro lado.

Permítame por último reconocer la importancia de su dignísima existencia además de agradecerle la disposición para leer esta breve reflexión. Cordial saludo y los mejores deseos de bienestar para Usted y la familia. OGA